Datos personales

Mi foto
Escribo desde siempre. Sin pretensiones intelectuales, ni locas vanidades de reconocimiento. Alentada por la persona que más amé en el mundo, a quien agradezco y humildemente dedico este blog... a mi madre.-

Bienvenidos

Aquéllos que me conocen me reconocen en lo que escribo, los que no, pueden empezar a hacerlo desde aquí; de cualquier manera ten la gentileza de dejar tu sincera opinión.
Ojalá lo disfruten.-

miércoles, 26 de agosto de 2015

RETRATO


Un día saqué tu rostro del retrato
y comprendí que podía seguir respirando,
le di cuerda al reloj, regué las margaritas
y salí bajo la lluvia ensuciando mis zapatos...
y no me importó.
Debí haberlo quitado hace ya mucho tiempo
cuando ya no respiraba,
cuando los pétalos mentían,
cuando descalza en el cuarto
no atinaba a ver las estrellas.

miércoles, 5 de agosto de 2015

YO FUI PRINCESA


De niña yo fui princesa en el jardín de mi abuelo,
con corona de jazmines enredada entre mi pelo .
Un vestido de tul blanco que me llegaba hasta el suelo
con cintas de mil colores y un enorme camafeo.
Como cetro, una gran pluma robada de algún plumero
y un trono más que adecuado, el banco de carpintero.
Allí pasaba la tarde hablando con mis plebeyos
que eran vecinas de cuadra, nietas de amigos de abuelo
y cada una traía manjares para mi reino:
pastel de naranja y barro, alfajorcitos de arena,
un coctail de margaritas en copitas de azucenas
y hacíamos ademanes de comer y beber todo
mientras mi madre reía de mis remilgos y modos.
A veces era la hermana más mala de Cenicienta,
fui doctora, bailarina, bruja, azafata y maestra,
una vez fui capitán, otras tantas marinero,
fui fantasma, india, pirata, incluso fui hasta heladero.
A la sombra de la parra mi niñez, mi adolescencia,
fui dejando las muñecas por el amor a un chicuelo
y aunque jamás se enteró ni de mi propia existencia…
...de niña yo fui princesa en el jardín de mi abuelo.


*

domingo, 2 de agosto de 2015

A LETI


Hoy volví a la playa enorme de marzo
con el sol brillante del otoño tibio,
chapoteé en la orilla con los pies descalzos
y Leti, valiente, saltó entre las olas en feliz delirio.
Corrió hasta cansarse, mi incansable linda
y volvía exigente a invitarme al juego
pidiendo que lance su pelota al aire,
hasta lo imposible del celeste cielo.
A veces se aleja corriendo gaviotas,
se da media vuelta y vuelve a la carrera
lleva en su torrente de vidas remotas
la sangre de lobos que nunca perdiera
Y cuando la vence el cansancio en sus patas,
se mete en el agua por más que esté helada
y sale a tirarse en la arena mojada y entonces,
tan sucia, su cara parece que me dice “gracias”.
Gracias a ti, nena, que alegras mi vida
como si supieras que me hace tanta falta,
mi fiel compañera de todos los días
vamos a la playa a ensuciarnos caras,
a surcar las dunas gigantes, doradas,
a buscar cangrejos debajo del agua,
a hacer que la arena nos cubra hasta el alma;
y si el sol se oculta, si estás muy cansada
te alzaré en mis brazos, te llevaré a casa.

*

NOCHES EN LA PLAZA

Ya van dos semanas de tórridas noches, se me ha hecho costumbre salir de paseo,
envuelta en un blanco vestido de seda, me voy a la plaza buscando aire fresco.
La hamaca se mueve, el álamo tiembla, tal vez esto indique que viene tormenta
y mientras camino por entre agapantos, los niños me miran con cara de espanto.

Hace quince días que no tengo sueño y paso las noches escribiendo cuentos
y cuando la idea se escapa de casa, yo salgo a buscarla y llego hasta la plaza.
Busco en las hamacas chillonas de enero, en los subibajas que llegan al cielo,
en la fuente seca, entre los canteros, por el pedregullo de los mil senderos.

Me siento a la orilla del banco más viejo y trato en silencio de encontrar un verso
y nacen y trepan como enredaderas subiendo glorietas de un nuevo universo.
La estatua de mármol me observa sonriente como si supiera un secreto mío
y yo no comprendo por qué en noches cálidas, su cuerpo tan blanco se muere de frío.

De pronto un relámpago lo ilumina todo y vuelvo corriendo llena de palabras
y mientras regreso oigo que alguien dice: “allí va el fantasma que ronda en la plaza”.
Cuando llego a casa me miro al espejo y no veo nada más que piel y huesos;
hace quince días que no como nada desde que firmaron mi triste deceso.


*