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Escribo desde siempre. Sin pretensiones intelectuales, ni locas vanidades de reconocimiento. Alentada por la persona que más amé en el mundo, a quien agradezco y humildemente dedico este blog... a mi madre.-

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Aquéllos que me conocen me reconocen en lo que escribo, los que no, pueden empezar a hacerlo desde aquí; de cualquier manera ten la gentileza de dejar tu sincera opinión.
Ojalá lo disfruten.-

sábado, 5 de octubre de 2019

EL ÁNGEL CAÍDO




Era un ángel. 
Tuve alas que nacían en mi espalda.
Mi piel casi dorada, reflejaba crepúsculos y auroras boreales.
Encendí las estrellas, bañé campos y flores con rocío.
Vagué por el aire protegiendo mendigos, el sueño de los niños y ancianos afligidos.
Era amor y pureza, era calma y alivio.
Yo repartí la gloria del amor infinito.
Anuncié con trompetas la llegada de Cristo y fui guardián celoso haciendo compañía.
Una noche de luna volé hacia el horizonte y llegué a los confines que tiene el universo y aunque era un inexperto creí hallar la manera de pasar la barrera. 
Ya nada era imposible para un ser como yo.
Y me quedé dormido en celestial quimera hasta que las estrellas dejaron de brillar.
De pronto un torbellino me revolcó en el aire. Un viento pavoroso formó mil remolinos y un vórtice divino me rodeó sin parar. Sentí que mi energía pronto se disipaba, la fuerza me flaqueaba y deje de flotar.
CaÍ sobre la tierra.
Mis alas ya no estaban y en su lugar dos huecos sangrientos, dolorosos.
Mis ojos lacrimosos, la penumbra, el silencio, la tristeza profunda, mi rostro ceniciento y el saber que ya nunca al cielo iba a subir.
Yo fui un ángel hermoso, un bello querubín.




Monumento al Ángel Caído de Ricardo Bellver