Yo te imagino así,
pequeño para siempre,
entre un verdor grisáceo
leyendo para mí.
Con tus ojitos negros
de lustroso azabache
eres como un paisaje
que me hace tan feliz.
Yo te recuerdo así,
pasándote las tardes
jugando en la pradera,
oyéndote reír.
Y cuando yo transito
tu lugar preferido
sé que tú no te has ido,
sigues estando aquí.
Oh niño, criatura,
felicidad y tristeza,
mi llanto y mi reír,
ofréceme el consuelo,
la dicha o la locura,
las ganas de vivir.
*
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