Tic tac,
tic tac,
el sueño llegaba con un bostezo largo.
Afuera el calor ahuyentaba a todos menos
al heladero con su carrito y su pregón tan esperado:
“barritas, vasitos, bombón, helados.”
Nos bajábamos de la cama y en carrera,
íbamos al cuarto de la abuela a pedirle el dinero,
sin embargo, experta en lidiar con nosotros,
se hacía la dormida mientras la voz
del heladero se alejaba entre adoquines.
Tic tac, tic tac,
volvía a oírse el reloj,
señal que la tarde avanzaba lentamente y
nuestro cuarto alentaba a las travesuras.
Probarse los tacones de la tía, usar sus maquillajes o
revolverlo todo era el plan de mi prima y hermana mayor.
Ya para cuando el silencio protocolar de la tarde
había sucumbido entre risas y purpurinas,
mi abuela aparecía dispuesta a llevarnos a todas hasta
la heladería de la esquina.
Allí, nos acomodábamos con nuestros disfraces y
caras pintadas, totalmente entregadas a la labor de
devorar esas heladísimas dulzuras tratando de equilibrarlas
a sus cucuruchos.
Siempre alguno cayó, siempre alguna lloró y siempre la abuela
volvió a comprar y a consolar.
Éramos francamente felices con nuestros ropajes pegoteados
volviendo de su mano al jardín de lavandas y bocas de sapo.
*
Datos personales
- Alicia
- Escribo desde siempre. Sin pretensiones intelectuales, ni locas vanidades de reconocimiento. Alentada por la persona que más amé en el mundo, a quien agradezco y humildemente dedico este blog... a mi madre.-
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Aquéllos que me conocen me reconocen en lo que escribo, los que no, pueden empezar a hacerlo desde aquí; de cualquier manera ten la gentileza de dejar tu sincera opinión.
Ojalá lo disfruten.-
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