Yo era salvaje.
Como la tierra húmeda y el rumor de casuarinas.
Corría por las sendas doradas de hojas secas
y nunca sentí miedo
al rayo, a la tormenta
o a la invisible lágrima de arena.
Era rústica de un modo suave
como el vellón terroso,
como un pueblo durmiendo las tardes de verano
donde el sol parecía quemar hasta los sueños.
Guerrera entre los cerros,
trepaba sus laderas con un andar sereno
para bajarlos luego con los brazos abiertos
como un avión en vuelo
y del cielo miraban los halcones curiosos
con envidia de cuervos.
Feliz como es el viento que es libre sin saberlo,
bailaba entre los vados de los arroyos muertos
o corría en los bosques buscando benteveos.
Silvestre como un junco,un hongo, un animal,
mi vida olía a campo o a perfume de mar;
mi planeta era enorme, mi tiempo eternidad.
Era salvaje, entonces.
*
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