Era negra su piel, era brillosa,
olía a manantial y a pastizal reseco,
a sol de mediodía en la charca fangosa,
a oasis, a palmera, a grito en el desierto.
Negra era su piel como pantera
que acecha entre las ramas a su presa,
sus ojos tan oscuros como noches
y bronce era el color de sus caderas.
Su andar era cadencia entre las fieras,
tan ágil y liviana cual gacela,
a su paso las sierpes se escondían
al igual que los tigres y las cebras.
Su cabeza llevaba una diadema,
un emblema real como bandera
mezclado entre las plumas y las trenzas
una joya preciosa de oro y perlas.
De noche dos leones la seguían
y a su choza de barro custodiaban
su indómita fiereza se rendía
por proteger a la Reina africana.
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¡Diosa y pantera!
ResponderEliminarAh la bella mezcla!
ResponderEliminarSe me antojan mujeres que, además de valientes y salvajes, eran bellísimas.
Gracias Selva, otra Diosa.