El golpe del pincel sobre la tela
un baile de cortinas contra el viento,
el mar enfurecido con la arena
o un ademán flamenco.
El salto de la fiera cuando ataca,
el llanto de una madre ante la cruz,
un aluvión cargado de resaca,
o el cantar andaluz.
La pasión, poco a poco,
nos va llenando espacios,
no es caricia, es un tango
no es capullo, es la flor.
Es la fuerza invisible
tan rebelde y oculta
una firmeza adulta,
es casi una obsesión.
El resonar profundo del timbal,
la fuerza de la orquesta,
el instinto primario y animal
de la lucha y protesta.
En el impacto súbito y genial
de pujar y parir un hombre nuevo
y en un simple susurro maternal
darle su primer beso.
La pasión poco a poco,
se instala en nuestra vida,
nos da la valentía,
nos nubla la razón.
Es el motor golpeando nuestro pecho
que nos hace invencibles
y logra lo imposible
que es ganarle al dolor.
En la concentración del trapecista,
En la concentración del trapecista,
en los celos perversos que nos ciegan,
en golpes sobre el piano del artista
o en olas que golpean.
En la restauración del arte antiguo,
en el atleta llegando a su meta,
en esa confesión de amor ambiguo
que fue pasión secreta.
La pasión poco a poco
nos va dejando solos,
nos suelta de la mano
sabiendo que es mejor.
Nos deja la alegría
de haber vivido tanto
a puro sentimiento
y a todo corazón.
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