Techo de fino cristal,
claraboya con estrellas,
pareces pequeño mar
donde yo nadar quisiera.
Un capullo en el vitral
se tiñó de luz morada
y me lanzó sus destellos
sobre la almohada.
Envidiosa mi ventana
de sentirme enamorada
por desear lo terrenal
olvidó a su luna blanca.
La luna no aguantó más
paseando la noche entera
y se colgó al ventanal
para mirarme las piernas.
Y una noche de pasión
mi lucerna se quejaba
y en el viento repetía:
“también quiero ser amada”.
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