Los recuerdos de mi infancia
huelen a tierra mojada,
a colonia de la abuela
y a mazorcas de maíz,
a bizcochitos de anís
y a totora de su hamaca,
a remedios de garganta
y a mis cartas a París.
A canelita de monte,
a laurel rosa y cedrón,
a café recién molido,
a lavanda o a limón.
A vainilla o caramelo
flor de diente de león,
a palo santo o pomelo,
margarita o girasol.
A carqueja, a ruda macho
a perejil o a quebracho
a manzanilla silvestre,
a romero o a malvón.
A margarita de Piria,
a castaña de la India,
o a pitangas en licor.
A guayabo, a pasiflora,
a granado y a melón
a menta, lapacho y mora,
guindo, ortiga y amargón.
A ceibo o a madreselva,
manzana y melocotón,
a naranjo, a higo chumbo,
a calaguala y piñón.
Huele a fruto de frambuesa,
a uva chinche y a morrón,
salvia, hinojo y a cerezas,
a pimienta y estragón.
Huele a infancia, huele a tiempo,
recuerdos y pesadillas,
a genciana en las rodillas,
a ropa blanqueada al sol,
a pasto recién cortado,
a plancha con almidón
y al beso tan esperado,
huele a mi primer amor.
Alicia... se sienten los aromas! Muy bonito y lleno de nostalgias.
ResponderEliminarSi nos estudiaran el ADN habría que incorporar esas sensaciones que en la infancia quedaron gravadas a fuego al punto que un simple perfume puede retrotraernos a aquellas épocas. Un placer tenerte por acá, Selva, un beso.
ResponderEliminarGravadas o GRABADAS??? El TARIFAZO llegó hasta acá! je
ResponderEliminarjajaja, tenés razón. Ya se me está contagiando, un horror!
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