A veces cuando la fiebre...
Ese ruido gutural e icomprensible,
eras tú, que en mi delirio,
suplicabas a los dioses
un remedio para mí.
Mil demonios entre flores,
del tapiz, yo vi surgir.
En mi frente tu pañuelo,
siempre húmedo de lágrimas,
me empapaba hasta morir.
Y el silencio fiel de tumba
se rompía en mis oídos
con tu leve ir y venir.
A veces, y sólo a veces...
Estoy sola en este mundo
con mis monstruos y mis gritos,
sin ninguna compañía,
al borde de un infinito
donde me aterra vivir.
Y me recuesto en tus brazos
protectores e indulgentes,
abarcantes y valientes,
que me cubren y rodean,
que me ciñen y me incluyen;
la pared vuelve a ser muro,
la fiebre se me disipa,
los temores se destruyen
y al fin comienzo a vivir.
*
Madre e Hija - Claudia Tremblay
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