No duele saltar al vacío, lo que duele es lo previo, es el miedo a saltar.
Una vez en caída, el viento se encarga de alisar abismos, silenciar los gritos, calmar las entrañas y no es que el coraje nos crezca de pronto es que simplemente el hecho en sí mismo no nos da ventajas para razonar.
Ya no duele más el puñal sangriento, lo que duele pasa mucho más por dentro, cerca del orgullo por ser atacado, cerca del delirio que lleva al suicidio; duelen los que quedan llorando por siempre, duele eternamente.
No duele la rosa ni la propia espina, duele que el pimpollo no abrirá mañana como uno imagina. Duele que se ha roto lo que habías pensado, tantas ilusiones que habías creado,
se torna difícil tener que seguir.
Duele para siempre lo que no se hizo, lo que nunca fue; se niega el cerebro a pensar en todo lo lindo de ayer.
Nos volvemos ciegos, torpes, chiquititos; un loco egoísmo se sienta a la mesa y a diario pretende que gire en reversa al propio planeta.
No duele la muerte ni el metal helado, duele y duele mucho el proyecto trunco, el vestido blanco que sigue colgado, la emoción abierta, duele haber soñado.
Duele, Alicia! Sea cual sea la circunstancia, se hace muy difícil remontar... Encontraste las palabras justas. Beso grande
ResponderEliminarSi, no importa el motivo cada uno lleva un dolor difícil de remontar. Un beso grande Selva.
ResponderEliminarExelente . muy sentido
ResponderEliminarMuchas gracias, Daniel, me encanta que te guste.
ResponderEliminar