Y nos olvidamos los dos.
Yo de tus desprecios, vos de mis locuras.
Seguimos cada uno caminos diferentes y comimos perdices
como si esos bichos pudieran saciar el hambre de felicidad.
Ya volvimos a ser dos extraños totales, sin reclamos absurdos,
sin nada que decir.
Las heridas sanaron sin dejar cicatrices, las horas de nostalgia
ya no son para ti.
He vuelto a mis costumbres predilectas de siempre,
estudiar los matices de ciertas consonancias,
cocinar para amigos, tejer algún tapiz.
Me divierte saber que todo está en su sitio
y muero de la risa si me siento feliz,
a veces hablo sola en mi jardín de hortensias,
y admito haber sentido una sutil presencia
que llevó a darme vuelta por si estabas aquí.