Estoy entre rejas de sol y de viento, con muros enormes de crestas de cielo.
Ahogada de luces, dolida de besos, rodeada de sueños.
Qué condena absurda añorar tus huesos que casi me rozan tirándome el pelo.
Qué loca sentencia aprieta mi cuello y encadena mi alma a tantos recuerdos.
Si sabes de algo que pueda salvarme, un olvido lento que sepa a veneno,
un par de amapolas brotando del suelo o una melodía que me lleve lejos,
entonces no olvides tenderme una mano que cual salvavidas me ataré flotando
y entre nubes grises y flores de mayo, me iré rescatando.
Si no pierdo el juicio ante el Juez más grande, podré defenderme de ese amor salvaje
que arruinó mi vida y me dio el coraje de esgrimir adioses como última frase.
Pediré clemencia entre los rosales, guardaré el secreto que esconde el estanque
traeré de regreso la luna y el valle y podré ser libre tanto como antes.