Como una bailarina de música inaudible,
la araña se hamacaba en un cordel de seda,
esperaba tranquila en su red invisible
a que todos se fueran.
Y sola entre el follaje del arbusto olvidado
conoció las estrellas, escudriño la luna,
fue cerrando los ojos y su cuerpo pesado
resbaló por la duna.
Lejos quedó el seguro pendular de su nido,
extrañaba los troncos, su grieta preferida,
su cuna blanda enorme de brilloso tejido,
extrañaba su vida.
Una noche de enero, una ola furiosa
le cubrió por completo su reciente guarida
y aferrada a unos juncos y unas algas verdosas
se sintió divertida.
Cuando al fin la corriente la devolvió a la orilla,
cansada como nunca de tantas aventuras,
volvió a su monte seco tan lleno de pollillas
y a una buena altura.
Como una bailarina de música inaudible
la araña se hamacaba en su cordel de seda
y a todos les contaba una historia increíble
de una araña viajera.
*